De entre los numerosos indicadores macroeconómicos que radiografían la salud financiera de un país, la inversión extranjera directa es el que mejor refleja la confianza exterior hacía sus políticas económicas y su rigor y criterio a la hora de aplicarlas. La trascendencia de estas inversiones va más allá de los números porque permiten aumentar la generación de empleo, incrementar el desarrollo y la captación de divisas, estimular la competencia, incentivar la transferencia de nuevas tecnologías e impulsar las exportaciones.
El atractivo que la economía dominicana ha venido representando recientemente para la inversión extranjera directa tomó un nuevo impulso en los dos últimos ejercicios hasta lograr un hito histórico en 2022. El pasado año, este tipo de inversiones alcanzaron los US$ 3,802 millones, un 22,6% más que en 2021, según datos del Banco Central, toda una declaración de intenciones del capital privado hacia la confianza y seguridad que desde el exterior se tiene en el desempeño económico de las autoridades dominicanas.
Y no es para menos. El flujo inversor procedente del exterior sufrió en 2020 una importante desaceleración (US$ 2,559 millones) fruto de las bajas expectativas que entonces despertaba el país, pero desde ese momento no ha parado de crecer: US$ 3,102 millones en 2021 y los comentados US$ 3,802 millones al cierre de 2022, una cifra que supera incluso las expectativas que tenían las autoridades financieras dominicanas a mediados del pasado año, siempre decididas a tejer complicidades con el capital extranjero para atraer inversiones de capital. Junto al turismo como locomotora de las inversiones exteriores se añaden ahora la actividad comercial, energía y transporte.
Marcar un hito histórico en inversión extranjera directa es el resultado de múltiples elementos que hacen de República Dominicana un polo inversor de primer nivel en la región y demuestran los sólidos fundamentos macroeconómicos del país. El propio Banco Central afirma que el alza del 4,9% del PIB en 2022 es fruto, entre otros factores, del “clima de paz social, transparencia y seguridad jurídica, que han sido determinantes para mantener la estabilidad económica y el flujo de inversiones en el país, local y extranjera”.
Estos saludables datos económicos no han pasado desapercibidos para las agencias de calificación de riesgo internacionales, que han acreditado la política económica del presidente Abinader. Gracias al buen desempeño en esta materia, a la resiliencia y a la mejora de la institucionalidad, Standard & Poor’s y Fitch Ratings han cambiado desde mayo de 2020 la calificación de la solvencia de las finanzas públicas del país de negativa a positiva.
A la estabilidad social y económica dominicana, aspectos clave que el inversor siempre tiene en cuenta, se suma una tasa de cambio estable -al resguardo de los vaivenes, tensiones y flujos alcistas de épocas anteriores- y unos mayores ingresos en dólares que aumentan el flujo de las reservas internacionales y aplanan el camino para la llegada de capital. Y no menos destacado es el saludable sistema bancario dominicano, bien interconectado con el exterior que facilita la operatividad, con adecuados niveles de solvencia, liquidez y rentabilidad, así como un bajo nivel de riesgo de su cartera crediticia.
Pero más allá del marco macroeconómico, República Dominicana ofrece al inversor extranjero un clima jurídico con altos niveles de garantías y seguridad, una mayor protección a los títulos de propiedad, sin riesgo de duplicidades y, en caso de litis judiciales, las leyes dominicanas se adaptan a las normas que rigen en la OCDE, organismo que coordina las políticas económicas y sociales de 38 estados.
Otro factor que el capital extranjero evalúa antes de invertir es el aduanero. Fácil acceso desde el exterior para las mercancías, con interconexión eficiente y rápida y con el concepto “despacho en 24 horas” para convertir al país en un hub logístico regional. La suma de todos estos elementos explica, en definitiva, la tendencia ascendente de la inversión extranjera directa en República Dominicana, una oportunidad para que el país lidere la captación de capital en toda la región.
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